Las personas que me conocen,
saben cuál es mi opinión actual acerca de las relaciones de pareja: destinadas a
extinguirse. Buscamos personas para ir al cine, a la playa, de camping, a conciertos
de grupos infumables a los que nadie más quiere acompañarnos, personas para comer
y cenar, visitar museos, fomentar el alcoholismo semanal yendo de vinos, escapadas
de fin de semana o incluso para hacer simples recados cotidianos. Mientras la cosa funciona estamos encantados; el problema
viene cuando algún miembro de la pareja se salta las reglas o simplemente deja
de gustarnos como acompañante. A partir de ese punto de inflexión, lo más
probable es que se desencadene una serie de hechos hecatómbicos hasta que
efectivamente la relación se rompa.
Hoy quiero hablaros de esto; del aparentemente
sencillo hecho de cortar. Y más concretamente de las palabras que utilizamos
para hacerlo. Cuatro clásicos que reconoceréis porque o los hemos escuchado al
menos una vez en nuestra vida o nos hemos visto obligados a utilizarlos para sacarnos
a alguien de encima intentando sin suerte, no provocar una guerra mundial.
En primera posición nos
encontramos con una de las excusas más utilizadas y a la par de las menos
dolorosas: El clásico necesito un tiempo; pero seamos
realistas… ¿Quién coño necesita un tiempo? es más, ¿un tiempo para qué
exactamente? Para poder tener sexo con esa otra persona que tanto nos llama sin
remordimiento, para intentar que nuestra pareja cambie (lo más solicitado por cierto),
para ver si entre tanto conocemos a otro que nos llene más y nos aburra menos… Si
queremos cambiar a nuestra pareja no nos llegará con un mes o dos, sino que nos
harán falta años de trabajo para resetear el cerebro y moldearlo como nos
apetezca. Es trabajo imposible, a la par que éticamente cuestionable, pero son
muchos los que lo han intentado. Siempre fracasa. El “tiempo” es la previa a
que la relación se termine. Un aviso, un prepara tu mente y ve adaptándote al
cambio que antes o después te daré puerta.

El te mereces algo mejor es
otro clásico entre los clásicos. Suele ir acompañado del “no eres tú, soy yo”.
Más de lo mismo con respecto a la anterior. Con suerte irá seguido de una
milonga mal inventada, y en el peor de los casos de algo así como quiero cortar
porque creo que te mereces algo mejor. Un poco de inventiva chavales.
Y por último y no menos
importante y no menos usada es el tipicazo de yo te quiero como amiga; la medalla de oro de las excusas baratas. ¿En
serio alguien cree que al día siguiente de estar tranquilamente compartiendo
almohada podemos decir una estupidez como esa?, ¿Qué será nuestro mejor amigo o
nuestra mejor amiga al que llamaremos para contarle lo que nos ha pasado
durante el día? Venga ya… Hasta es una falta de respeto y todo. Es muy buena
manera de espantar si es lo que queremos, pero siempre encontramos a pobres
incautos que se lo creen. Eres muy guapa, me lo paso genial contigo, pienso en
ti a diario blablabla. Otra forma de decir no te quiero, sólo que a veces lo
decoramos tanto que da lugar a error, porque si todos los piropos que acompañan
a esa construcción gramatical son verdad es que la persona que nos está dejando
es realmente gilipollas (aplicable a nosotros mismos por supuesto; si estamos
dejando a alguien en quien pensamos a diario deberíamos replantearnos muchas
cosas.) En cualquier caso, si hay algo de verdad en eso y realmente queremos a
esa persona como un buen amigo o una buena se merece un poco más de esfuerzo
mental.
Queridos y queridas, imaginación por
favor.
Un saludo y buen Lunes.
Mercromina <3
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