A mediados del siglo XIX
aproximadamente las autoridades de la época comenzaron una auténtica revolución
en favor de la higiene (gracias!!). Las malas condiciones o más bien la
ausencia prácticamente total de aseo personal fomentaron gran parte de las
enfermedades infecciosas, evitables con un pequeño gesto equiparable al
sencillo hecho de lavarse las manos.
A partir de entonces, desde
pequeños en teoría nos instruyen para ser personas limpias y aseadas. Lavarnos
las manos antes de comer y tras ir al baño, una ducha refrescante por la
mañana, etc. Algunos expertos dicen que hemos pasado de un extremo a otro, y
actualmente nuestra sociedad es una obsesa de la higiene, cosa que desde mi
punto de vista es ampliamente discutible.
Punto primero: la gente no se
lava. Los expertos pueden decir misa y argumentar que utilizamos jabón en
exceso, que todos somos unos fóbicos de la higiene y que nuestro país es el que
tiene la población más limpia de Europa. Esto último no lo discuto porque
viajando he descubierto que efectivamente el ducharse todos los días no es una
costumbre demasiado extendida, pero están completamente equivocados. Por
ejemplo, hay personas que tras hacer deporte y haber sudado no se ducha; ni tan
siguiera una pasadita con agua. Esto lo he observado en el gimnasio cuyo
vestuario es una fuente muy amplia de datos relativos a este tema. Mujeres que
se secan el sudor del pelo con el secador e incluso se repeinan el flequillo
con no sé qué intención exactamente pero es asqueroso. Del mismo modo el hábito
de ducharse por las noches… pero vamos a ver, ¡que por la noche también se
suda! Y aunque no se sude, nuestro cuerpo es un organismo vivo que no frena su
producción de fluídos por el simple hecho de que estemos soñando con angelitos.
Es muy agradable la ducha de la noche, pero no está de más en esos a los que
por la mañana les canta el sobaquillo, que repitan el proceso. Los que
compartimos asientos de autobus, puesto de trabajo, o la cola del supermercado
os lo agradeceremos.
Punto segundo: Si las personas no
se duchan, lo más probable es que tampoco laven su ropa. Sino que alguien me
explique cómo una persona puede salir de casa a las ocho de la mañana recién
duchado y con el pelo mojado y apestando a sudor rancio de semanas sin lavar.
Veamos señores, las camisas y los pantalones también son de dios, y todos
sabemos que unos vaqueros sientan mejor tras unos días de uso, pero si no se
puede no se puede. No hace falta llevar al pie de la letra el “antes muerta que
sencilla” en este ámbito. También puede darse una situación contraria. Una vez
tuve una paciente con fobia a los olores químicos que lavaba la ropa con jabón
de grasa de cerdo natural… imaginaos. En cualquier caso aquí nuestros famosos
expertos también tienen algo que decir y se repiten con lo de que abusamos del
jabón. Siempre hay personas dispuestas a reafirmar sus pésimos hábitos
basándose en una noticia de la tele absurda como que nos pasamos lavando la
ropa. Insisto, esa gente no es de este planeta.
Punto tercero: Nuestros amigos
los dientes son esos órganos anatómicos duros que tenemos en la boca y nos
ayudan a comer entre muchas otras cosas. Probablemente sea uno de los puntos
más olvidados a la hora de hablar de aseo personal. Cuando en una de las películas
de Piratas del Caribe el kraken abría la boca para comerse a mi querido Johnny,
mi pirata favorito se quejaba del aliento del pulpiño de cientos de cadáveres
en descomposición acumulado durante años. Así es el aliento de muchas personas.
Me dan ganas de llorar. Si pudiera esperar al bus con una escafandra
probablemente no me estaría quejando de esto… pero no sé dónde las venden.
Y como esto, podría hablaros
también del uso de litros de colonia y botes de desodorante para enmascarar el
mal olor, que a veces es incluso peor que no haberse duchado porque la mezcla
es vomitiva… El olor a pies y sudor de los probadores de ropa, esas cabezas de
señora que van a la peluquería una vez a la semana y salen a la calle con la
coronilla al aire de dormir hasta que les toca volver a la peluquería, las uñas
negras de personas que luego dan alegremente la mano sin pensar en la cantidad
de gérmenes que nos están pasando, el olor a fritanga acumulado en los
pantalones durante tres o cuatro días, o el pestazo a vainilla de los taxis a
las 6 de la mañana intentando tapar el olor a tabaco o comida.
Tal vez acabe sea una obsesiva no
compulsiva de la higiene personal, pero no me preocupa.
Ánimo con el Lunes.
Mercromina <3