lunes, 24 de marzo de 2014

Tenemos que hablar… Te huele el sobaquillo!

A mediados del siglo XIX aproximadamente las autoridades de la época comenzaron una auténtica revolución en favor de la higiene (gracias!!). Las malas condiciones o más bien la ausencia prácticamente total de aseo personal fomentaron gran parte de las enfermedades infecciosas, evitables con un pequeño gesto equiparable al sencillo hecho de lavarse las manos.

A partir de entonces, desde pequeños en teoría nos instruyen para ser personas limpias y aseadas. Lavarnos las manos antes de comer y tras ir al baño, una ducha refrescante por la mañana, etc. Algunos expertos dicen que hemos pasado de un extremo a otro, y actualmente nuestra sociedad es una obsesa de la higiene, cosa que desde mi punto de vista es ampliamente discutible.



Punto primero: la gente no se lava. Los expertos pueden decir misa y argumentar que utilizamos jabón en exceso, que todos somos unos fóbicos de la higiene y que nuestro país es el que tiene la población más limpia de Europa. Esto último no lo discuto porque viajando he descubierto que efectivamente el ducharse todos los días no es una costumbre demasiado extendida, pero están completamente equivocados. Por ejemplo, hay personas que tras hacer deporte y haber sudado no se ducha; ni tan siguiera una pasadita con agua. Esto lo he observado en el gimnasio cuyo vestuario es una fuente muy amplia de datos relativos a este tema. Mujeres que se secan el sudor del pelo con el secador e incluso se repeinan el flequillo con no sé qué intención exactamente pero es asqueroso. Del mismo modo el hábito de ducharse por las noches… pero vamos a ver, ¡que por la noche también se suda! Y aunque no se sude, nuestro cuerpo es un organismo vivo que no frena su producción de fluídos por el simple hecho de que estemos soñando con angelitos. Es muy agradable la ducha de la noche, pero no está de más en esos a los que por la mañana les canta el sobaquillo, que repitan el proceso. Los que compartimos asientos de autobus, puesto de trabajo, o la cola del supermercado os lo agradeceremos.

Punto segundo: Si las personas no se duchan, lo más probable es que tampoco laven su ropa. Sino que alguien me explique cómo una persona puede salir de casa a las ocho de la mañana recién duchado y con el pelo mojado y apestando a sudor rancio de semanas sin lavar. Veamos señores, las camisas y los pantalones también son de dios, y todos sabemos que unos vaqueros sientan mejor tras unos días de uso, pero si no se puede no se puede. No hace falta llevar al pie de la letra el “antes muerta que sencilla” en este ámbito. También puede darse una situación contraria. Una vez tuve una paciente con fobia a los olores químicos que lavaba la ropa con jabón de grasa de cerdo natural… imaginaos. En cualquier caso aquí nuestros famosos expertos también tienen algo que decir y se repiten con lo de que abusamos del jabón. Siempre hay personas dispuestas a reafirmar sus pésimos hábitos basándose en una noticia de la tele absurda como que nos pasamos lavando la ropa. Insisto, esa gente no es de este planeta.

Punto tercero: Nuestros amigos los dientes son esos órganos anatómicos duros que tenemos en la boca y nos ayudan a comer entre muchas otras cosas. Probablemente sea uno de los puntos más olvidados a la hora de hablar de aseo personal. Cuando en una de las películas de Piratas del Caribe el kraken abría la boca para comerse a mi querido Johnny, mi pirata favorito se quejaba del aliento del pulpiño de cientos de cadáveres en descomposición acumulado durante años. Así es el aliento de muchas personas. Me dan ganas de llorar. Si pudiera esperar al bus con una escafandra probablemente no me estaría quejando de esto… pero no sé dónde las venden.

Y como esto, podría hablaros también del uso de litros de colonia y botes de desodorante para enmascarar el mal olor, que a veces es incluso peor que no haberse duchado porque la mezcla es vomitiva… El olor a pies y sudor de los probadores de ropa, esas cabezas de señora que van a la peluquería una vez a la semana y salen a la calle con la coronilla al aire de dormir hasta que les toca volver a la peluquería, las uñas negras de personas que luego dan alegremente la mano sin pensar en la cantidad de gérmenes que nos están pasando, el olor a fritanga acumulado en los pantalones durante tres o cuatro días, o el pestazo a vainilla de los taxis a las 6 de la mañana intentando tapar el olor a tabaco o comida.

Tal vez acabe sea una obsesiva no compulsiva de la higiene personal, pero no me preocupa.


Ánimo con el Lunes.

Mercromina <3


No hay comentarios:

Publicar un comentario