Ayer, cuando conseguí despegarme del paladar el último trozo de un toffee que había empezado en 1989, me puse a pensar en todas esas
gominolas (los chuches para usted, señor
presidente del gobierno) que todavía siguen en las tiendas que comíamos de
pequeños.
Después, empecé a pensar en los alimentos presentes
en nuestra infancia y que ya no están entre nosotros, la mayoría porque eran
auténticos despropósitos alimenticios. He aquí mi repaso:
LA MORTADELA DE POPEYE
Es completamente imposible encontrar un documento
gráfico de ella, pero tú y yo sabemos que existió, que estaba en la charcutería
de tu barrio y que le montabas rabietas a tu madre para que te comprara ese
embutido con la cara de Popeye impresa en grasa. ¿Apetecible, verdad?. Porque
el amigo Oscar Mayer, un día se despertó y decidió que la mortadela no tenía ya
de por sí un aspecto lo suficientemente artificial y dijo: Hagámosla atractiva
a los ojos de los niños, plasmemos un Popeye con ‘lo blanco’ y las venderemos
como churros. Popeye, presidente de la asociación internacional de veganos,
montó en cólera y los denunció, ganando el pleito y retirando esta mortadela y
toda prueba de que alguna vez había existido.
CHICLES BOOMER DE NATILLAS
Los chicles Boomer eran lo más en los 80 y
90. Una bomba de azúcar con una textura similar
a masticar trozos de rueda de camión pero con una variedad de sabores que ríete
tú de las cartas de GinTonics de los sitios de modernos. Tras la menta, el
plátano y la fresa ácida, se les fue de las manos y les pareció que los niños
tenían derecho a saber qué se sentía al masticar las natillas. Este fue el
comienzo del declive que culminó cuando 9 dentistas decidieron que ya eran muy
ricos y querían dejar de poner empastes y les dio por empezar a recomendar el
chicle sin azúcar.
LOS FISTROS
Chiquito de la Calzada es posiblemente el humorista
con más características hostiables (después de los Morancos) que ha parido esta
península, sin embargo, además de películas, programas, e imitadores por
doquier, tuvo algo que ni la mismísima Ana Rosa Quintana consiguió jamás. Su
propio snack.
Los fistros no eran más que bocabits de toda la
vida, pero eso sí, SABOR CARNE como bien rezaba su bolsa.
PUSH POP
Chistes sexuales desgastados aparte. La idea era
toda una innovación en chucherías: ¿Qué comer un caramelo entero te aburría?
¡No te preocupes! Ahí estaba push pop, un cilindro de caramelo al que podías
darle un par de lametazos y cuando te aburrieras, lo tapabas y lo tenías para
otra. Conclusión: Un completo desastre de invento. Un caramelo para bolsillos
pudientes y con la capacidad pegajosa de una mano loca, que tanto absorbía
polvo, como pelos, como amigos tuyos que misteriosamente habían desaparecido de
sus casas y tú los llevabas secuestrados en tu push pop, en el bolsillo.
KILOMÉTRICO BOOMER
Tras haber fracasado con la innovación en sabores, en la línea del push-pop, Boomer decidióo basar su siguiente invento demoníaco en el, 'como y dejo para después), tenia una cajita de la que ibas extrayendo chicle que estaba enrollado. La mayoría de los niños, cuando se les acababa el sabor, metían otro trozo sin tirar el anterior. Esto dio lugar una serie de muertes de infantes que portaban en su boca hasta 5 rollos de chicle cuando los encontraron ahogados en una pasta rosa.
GUSANITOS SABOR COCA COLA
La única explicación que se me ocurre ante una
guarrada de este calibre es que su inventor quisiera que su hijo dejara de
meter gusanitos en la cocacola en sus cumpleaños y vio en esto una fácil
solución. Por suerte, no duraron demasiado.
LOS CARAMELOS CON DROGA DE LA PUERTA DEL COLEGIO
Su desaparición (y existencia) sigue siendo todavía
hoy, un caso digno de un especial de cuarto milenio.
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