¡Buenos y carnavalísticos días a todos! Hoy empieza el que
para mí es uno de los mejores fines de semana del año. Una orgía gastronómica
de cuatro días donde el confeti se hace pasta de papel con la lluvia
característica de la época, mi abuela decide hacer unas riquísimas orejas con
mucho anís (para los lectores que traspasen los límites autonómicos, no tiene
nada que ver con orejas de verdad) y mucha gente se disfraza dando un ambiente
un tanto burdelesco a la calle.
Y de esto mismo, de los disfraces y la gente es de lo que
quiero hablaros porque tengo una duda desde hace años que no he conseguido
resolver: ¿A qué viene ese afán independientemente del sexo de disfrazarse de
mujer dedicada a la prostitución? Me reservo la opinión en relación a este
gremio porque no os interesa, pero no alcanzo comprender el interés que
despierta en todos los campos de los disfraces en esta época desde cuentos
infantiles hasta el mundo de los oficios pasando por frutas, verduras, animalitos
del bosque, insectos…etc.
Puede que alguno o alguna aproveche la ocasión para sacar
ese lado de su personalidad perfectamente enterrado en su psique, pero de ahí a
que de repente la calle se llene de putillas de cualquier edad hay un abismo.
Dentro del estilo más clásico están los oficios por ejemplo.
Muchos aprovechan y retoman ese énfasis de la infancia por el “qué ser de
mayor” reinventando los uniformes
de las fuerzas y cuerpos de seguridad
del estado, enfermería en particular y ámbito hospitalario en general,
profesorado, secretariado, albañilería, marinera, empleados domésticos… creo
que os podéis hacer una idea. Suelen ser los más recurridos en todas las edades
y sexos, y seguro que las mamás están encantadas de que sus niñas de 15 años
salgan a la calle con pantalones del policía que pasan a ser minishorts-braga
sin llegar al palmo de largo, los zuecos sanitarios se convierten en tacones de
aguja y charol, y las medias de red y liguero sustituyen a los pantys de
invierno bien tupidos que muchas llevamos a trabajar en nuestras oficinas. Ante
esto no hay nada que hacer, porque si la versión femenina es carne de cañón,
qué decir de la masculina. ¿A alguno os han dicho que la barba y el carmín rojo
sientan bien? Olvidaos, es grimoso. Aunque no menos que los pelos largos de las
piernas aplastados por la lycra o el poliéster de unas medias, los pechos de
calcetín, las pelucas casposas y las sombras de ojos color azul. Los más
atrevidos caminan con tacones por el empedrado, y la imagen desde luego es
bastante pintoresca.
¿Y lo peor? Ligar. Si no lo habéis hecho nunca fijaos esta
noche en las estampas de las discotecas. Grotescas.
Pasen ustedes un colorido finde.
Mercromina <3
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