miércoles, 26 de febrero de 2014

Triunfar en la música es fácil (si sabes cómo).

Que los músicos ligan más que el resto de los mortales es una máxima irrebatible desde que el mundo es mundo y desde que este verano todos nuestros móviles se coparon de memes de Julio Iglesias. Además de ligar, a los músicos se les aclama en masa, ganan mucho dinero y pueden aspirar a ser jurados de La Voz, que es una meta cuanto menos motivadora.

Para triunfar en la música fuera de España no hay que hacer mucho más que haber sido niña/o Disney, provocar escándalos relacionados con sexo/drogas o vestir como si te hubieses peleado con un puma en un vertedero de purpurina.

Para triunfar en la música en España, sin embargo, hay mucha más oferta, cada uno tiene que escoger su camino en función a sus virtudes:

Cantar bien. Especifico esto de primero, porque hay que tener muy claro que triunfar en la música no implica cantar bien. Ahí tenéis por ejemplo, a Alaska o a Fran Perea. La persona que canta bien, tendrá que cantar canciones en las que pueda lucir su voz y poner cara de pena con muchas ganas. Porque para lucir una voz portentosa, la canción tiene que ser lenta, triste y llegar a un punto en el estribillo que no sabes si la persona está cantando o a punto de coger un paquete de klinex y marcharse del escenario a lamentarse de lo horrible que es su vida.
Si aún encima la persona en cuestión procede de más abajo de Despeñaperros, el sentimiento de tristeza se multiplica por 1000. Malú o David Bisbal cumplen este perfil.

Haber tenido muchas rupturas. Si le has dedicado canciones a muchas exnovias y todas te han dejado, posiblemente cantes fatal pero todavía puedes explotarlo. El máximo exponente de esto es Alex Ubago, cuya exnovia, además de darle el salto a la fama, le proporcionó tema para tres discos de lamentos. 
Cuando se casó, todos creyeron que perdería su encanto, pero vimos que aún tenía cuerda para rato y que triste se nace, no se hace. Por lo que, si eliges este camino, tendrás que asumir que vas a ser un triste toda tu vida.


Ir a Eurovisión. Todos los españoles que van a Eurovisión parten como favoritos en por lo menos cuatrocientas encuestas que no tienen en cuenta que somos una península y que, además no pertenecemos a la antigüa Yugoslavia. Tu fama durará poco pero podrás figurar en la historia de España como ‘Aquella chica que iba vestida como un espantapájaros daltónico y que quedó de última’, cosa que no todo el mundo puede.


Ser un poeta. Lo que más gusta de escuchar música en castellano es que puedes entender las letras y no cantar a lo ‘güachumeri’. Por eso, las letras con fuerza y significado llegan al fondo de todos nuestros corazones. Rimas como ‘tu piel morena sobre la arena, nadas igual que una sirena’, ‘corazón congelado, colorante, estabilizante, azúcar, sal y vinagre’ o ‘por la raja de tu falda yo me di un piñazo con un Seat Panda’, son ejemplos de pura poesía.

Tener la voz melosa y aguda. O lo que es lo mismo: sonar a una manifestación de Pitufos Makineros. Desde que Gracita Morales saltó al estrellato con Sor Citroën, las voces agudas y melosas se pusieron de moda en esta tierra patria y cantantes como Karina contaron con recuas de fans. En nuestros días tenemos ejemplos de este tipo de voces tales como El sueño de Morfeo o La oreja de Van Gogh. Los cuales es una suerte que se separaran porque ahora tenemos ración doble de la voz de Amaia Montero, que siempre es una excusa maravillosa para querer arrancarse los tímpanos.

Pertenecer a la familia Flores. Con esto no necesitas ni talento, ni voz, ni nada. Ya tenías un hermano que se murió dejando un montón de canciones que destrozar versionar y de las que puedes vivir durante años.

Ya sabéis. Con estas pautas no es necesario presentarse a más realities televisivos en los que sólo unos pocos nombres acaban teniendo el calor del público. Al fin y al cabo, ¿quién se acuerda de Enrique Anaut?


Atentamente.

Efervescente.

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