jueves, 20 de febrero de 2014

La compra de Whatsapp. Una historia real.

Palo Alto, California. Miércoles 19 de Febrero de 2014.

Son las 8 de la tarde y en la barra del bar sólo quedan dos chicos. Uno alto y corpulento que sostiene un vaso de whisky doble sin hielo, otro, a su lado, desgarbado y con un Smartphone tamaño tabla de surf tiene cara de afligido.

                -Jimmy (en California todos se llaman Jimmy), estoy muy triste, me ha caducado el Whatsapp y al final, aunque llevo dos años evitándolo, voy a tener que comprarlo.
                -Pero Mark, eso se renueva sólo, que te lo digo yo que de imbécil lo pagué y luego todos mis amigos se rieron de mí.
                -No, no, esta vez no es como siempre. Lleva dos días saliéndome un mensaje de que me ha caducado y no me deja escribirle a nadie, estoy entrando en una burbuja de aislamiento brutal y ya tengo 517 mensajes acumulados de mis grupos de amigos del colegio, del club de ajedrez y del curso de cupcakes, y esta semana íbamos a aprender a hacer el topping como las setas de Supermario…
                -Tranquilo, hay alternativas. Me han hablado de Telegram. Es casi igual con la ventaja de que las conversaciones que marcas como privadas se autodestruyen!!
                - ¿Privacidad? Demonios, Jimmy! Soy el dueño de Facebook! No me hables de privacidad porque no lo tolero! Es más, sabes que te digo? No voy a comprarme la aplicación de Whatsapp. Voy a comprar Whatsapp, ¿Cuánto puede costar? Dímelo en Neymars, que ya sabes que yo con los dólares no me aclaro muy bien.
                -No hay huevos

Cuando Jimmy se dio cuenta, Mark estaba entrando en Google Play y pagando 16 billones de dólares (casi 200 Neymars). Ya no había vuelta atrás.



Las reacciones a esta adquisición no se han hecho esperar. La primera en mostrar su ‘me gusta’ ha sido la flamenca, ya que esto será un trampolín en su carrera y ya se ve actuando en algún tablao del Cityville. “Estoy encantada, he pasado de estar encima de televisores en los 90 a compartir espacio con berenjenas y mierdas con ojos, y esta oportunidad me devuelve el caché que nunca debí perder” declaró entre gritos de júbilo la folclórica.

Mientras tanto, el resto de los mortales están reacios a esta fusión. Algunos temen que un día, por error, en vez de mandar el mensaje lamentable de borrachera a su ex novia, se lo acabe publicando en el muro y se enteren todos.

Otros se imaginan grupos de Whatsapp de 40 personas hablando todo el rato y enviando solicitudes de Candy Crush, o quizá un avance tecnológico en el que las fotos se etiqueten y suban automáticamente a la red social en cuanto te las envían, con todos los problemas familiares, conyugales y laborales que esto puede acarrear.

A todos estos malos augurios, hay que sumarle que el número de rupturas de parejas podría multiplicarse por dos cuando el doble check se combine con el ‘Leído’ del chat, o cuando aparezca en Facebook nuestra última hora de conexión.

Yo sólo confío en que algunos de esos millones sirvan para pagar a alguien que diseñe el tan necesario icono de vomitar.

Tengan ustedes buen fin de semana bajo el acecho de Mark Zuckerberg.

Atentamente.


Efervescente.

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