lunes, 3 de febrero de 2014

Grandes mentiras del siglo 21: El push up.

Recuerdo como si fuera ayer un capítulo del príncipe de Bel Air en el que Will tenía una cita con una chica con la que se quedaba encerrado en una habitación. Al rato de estar con ella allí, la susodicha iba desprendiéndose de sus múltiples postizos (pelo, pestañas, uñas…) hasta convertirse, al natural, en otra persona que distaba mucho de la que había quedado con él.

Ya entrados en el siglo 21, hemos llegado a la versión 2.0 de los postizos. Proliferan las tiendas de chinos que son capaces de dibujar réplicas del Gernika en las uñas, las extensiones de pelo parecen un obligatorio en tu currículum si quieres entrar directo en la parrilla de tele5, y las pestañas postizas han adquirido tal dimensión que se han dado casos de mujeres protegidas por WFF tras haber sido confundidas con pavos reales.

Esta por no llevar, no llevaba ni sujetador.


Pero hay un fenómeno que en los últimos años se ha extendido como la pólvora y que supone el mayor engaño de la década, sólo al nivel de las promesas electorales: el sujetador push up.
Numerosos amigos varones suplican la erradicación del push up, proclamándose víctimas del engaño. A mí, que me importa un pimiento si la tía que tengo delante tiene pechos naturales o 50% poliéster, sólo pienso en lo absurdo que es ver un sujetador de la talla 105 (tamaño ‘cabeza de bebé’ en el sistema internacional de medición) con un relleno que las sube hasta el punto de dejar a la usuaria sin respiración.

Os invito a hacer un estudio sobre el tema: entrad en una tienda de ropa interior de cualquier cadena conocida (Women Secret, Oysho, Etam…), veréis algunas mujeres palpando todos los sujetadores del lineal, en la búsqueda de uno que no tenga ese acolchado. Cuando lo encuentren, cantarán victoria, luego se darán cuenta de que, en la mayoría de las ocasiones, los modelos disponibles son tres: negro, blanco y color-carne-faja-de-abuela, el color antierótico por excelencia.

Rezando porque esta fiebre se pase, he tratado, mientras tanto, de verle ventajas a esto de que en un futuro, no hubiera posibilidad de llevar otra cosa:

Situación 1: Viaje largo de autobús, tú, con sueño, estás del lado del pasillo y no puedes apoyar la cabeza en la ventanilla. De repente te das cuenta de que llevas un sujetador con dos almohadas viscoelásticas que, colocadas estratégicamente, son una perfecta almohada de cuello. Te lo quitas y a echarte una siesta.

Situación 2: ¿Pero a ti te parece normal sacarte el sujetador en medio de un autobús? Olvida el paso 1 si no quieres que piensen que perteneces a FEMEN. Bien, mira abajo, están más o menos a la altura de tu barbilla con lo que apoyarla sobre ellas y echar esa cabezadita cómoda será tarea fácil. Tenga usted dulces sueños, señora.

Situación 3: Estás comiendo un bocadillo porque ayer por la noche bebiste tanto que no te ha dado la cabeza ni para cocinar, las migas caen pero no al suelo. La ventaja primera de esto, es que no vas a tener que pasar la aspiradora con todo ese ruido que hace y que te va a levantar dolor de cabeza. La ventaja número dos deriva de la primera, y significa un ahorro en ibuprofenos. La ventaja 3 es que cuando te quites el sujetador vas a tener el pan rallado suficiente como para rebozar aproximadamente una bandeja de croquetas, que como todo el mundo sabe es la cura definitiva contra la resaca.


Situación 4: Vamos a remontarnos a la noche anterior a la situación 3, el baño de chicas te ofrece la oportunidad que siempre quisiste de ser equilibrista en el circo del sol, aguantas bolso, cazadora y copa, y solamente tienes dos manos, encajas la copa en el canalillo, y como llevas un pushup no se mueve ni aunque te dé por hacer el pino puente, sales airosa de la situación, ovación popular y aplausos al salir por la puerta. Has tenido tu minuto de gloria, ahora ya puedes irte a casa a hacer masa de croquetas, mañana te dará demasiada pereza.

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